La reina de las fibras naturales

La sericicultura es una disciplina milenaria que tiene sus inicios en las regiones cálidas de China,  algunos autores sitúan su descubrimiento cerca del 2.700 a.C., donde su uso era exclusivo para la realeza y su producción estaba revestida de un completo hermetismo.

Es una actividad productiva que no requiere grandes inversiones iniciales y es no contaminante. Está integrada, básicamente, por tres fases. Fase 1: el cultivo de la morera que es el único alimento del Bombyx mori o gusano de seda. Fase 2: la cría de esta especie de gusano productor de la seda a partir de un capullo que forma para su metamorfosis, aproximadamente a partir de los 30 días de ingesta de hojas de morera la oruga comienza a fabricar el capullo de seda para iniciar su paso a mariposa. Y finalmente, la fase 3 que involucra el tratamiento de los capullos para la obtención de la fibra textil y el aprovechamiento de la pupa (crisálida muerta) en su interior para utilizar como alimento para gallinas, abono o cebos para la labor pesquera.

Un filamento de seda es un hilo continuo de gran resistencia, de 500 a 1500 metros de longitud. La seda tejida es utilizada por las prestigiosos diseñadores por ser una fibra natural de inigualable brillo, suavidad y textura, además de poseer una gran capacidad de absorción del agua y colorantes.

De acuerdo a datos de la FAO, la seda se produce en más de 20 países de todo el mundo. El mayor productor mundial es China, donde trabajan alrededor de 1 Millón de obreros. Mientras que en la India, la sericultura proporciona ingresos a unos 700.000 hogares, en su mayoría pequeños agricultores y agricultores marginales. 

La llegada de la seda en América

España e Italia se convierten en grandes productores, sobre todo las zonas de Andalucía y Murcia, y son los españoles quienes trasladarán a América la industria de la seda. En Argentina, los primeros registros sericícolas datan de la década del ’40 como practica desarrollada principalmente por pequeños y medianos productores y tuvo un importante crecimiento durante la Segunda Guerra Mundial, exportando seda hacia Estados Unidos para la fabricación de paracaídas. Sin embargo, con la aparición de las fibras sintéticas muchas fábricas, productores y emprendimientos debieron cerrar por la falta de mercado.

Actualmente, esta labor es llevada a cabo por pequeños emprendedores habitantes de zonas rurales y artesanos de diferentes países de América, siendo el Estado de Paraná en Brasil el mayor productor de capullos de occidente. 

Desde el 2017, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial de Argentina inició un proyecto cofinanciado por la Unión Europea que tiene por objetivo reducir la pobreza en países de América Latina y El Caribe a través de la sericicultura junto a instituciones socias de Brasil, Cuba, Colombia e Italia.

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